Les voy a contar cómo comenzó todo. Primero empezaré diciéndoles que siempre viví con mi pareja entre cuatro paredes, nuestro espacio siempre estuvo muy limitado a diferencia del espacio que tenían mis vecinos, quienes siempre me observaban queriendo entender o escuchar qué era lo que sucedía dentro de nuestro hogar.
Llevábamos tres años viviendo en ese mismo espacio y como tuvimos nuestra alimentación asegurada no sufrimos necesidades; la rutina hacía que la costumbre fuese llevadera y uno dejara esa sensación de siempre estar esperando algo más de la vida, bueno al menos ese era nuestro caso.
Lo que no logre entender es porque últimamente mis vecinos permanecían más en casa que antes en los últimos dos meses, ahora de manera paradójica no era yo el que los observa, ellos también nos miraban.
Una de mis vecinas era una joven de 28 años de edad que tenía a su vez un esposo de 37. Cuando llegamos a vivir en ese lugar ellos estaban solos, luego tuvieron un niño que en esos últimos momentos que estuvimos hay tenía 4 años de edad, aquel niño era el que más nos observaba, pero su mirada no nos molestaba.
Les contaba al principio que mi vecina últimamente tenía una rutina que nada tenía que ver con su trabajo, habíamos notado que después de arreglar su casa empezaba a alzar la voz fuertemente cada vez que veía a su esposo e hijo no dejar algo en su lugar, a mi pareja y a mí nos causaba algo de risa ver que ellos se hacían los sordos y seguían con sus actividades, como si no les estuvieran diciendo nada y eso ponía a un más molesta a nuestra vecina.
Luego iniciaba con una rutina de ejercicios la cual realizaba poniendo un youtuber en el televisor que daba clases de gimnasia para hacer en casa, recuerdo que duro varios días haciendo ejercicios, después iba a acostarse y su esposo y el niño veían la televisión por largas horas.
Una vez escuché que el niño le decía a su padre:
- ¿Papá porque no me llevas al parque?
El padre le contestó:
- Ricardo, ya tu mamá te ha explicado de mil maneras que estamos en cuarentena, ¿recuerdas lo que decía ayer el noticiero?
- Si papá, pero hay gente que dice que eso del virus es puro cuento.
El papá algo disgustado le contestó:
- Pues a palabras necias oídos sordos, es mejor que creas en lo que dicen tus padres y no en lo que dicen las redes sociales qué ves con tu mamá.
Sabes, ahí fue donde mi pareja y yo nos dimos cuenta de que esa era la razón por la cual nuestros vecinos estaban permaneciendo mucho tiempo en casa.
Sé que el lector se estará preguntando ¿por qué no lo sabíamos nosotros?, Pues bien, lo que pasa es que mi esposa y yo no tenemos televisión, nos tocaba conformarnos con pensar la mayor parte del tiempo y observar la vida de los vecinos.
Así fue como paso el tiempo y cuando más pasaba las discusiones entre mis vecinos se hacían más frecuentes; notaba qué mi vecina dejó de hacer ejercicios y luego se la pasaba la mayoría del tiempo con su celular y reclamándole al vecino que se pusiera un delantal para ayudar en las actividades de la cocina. Cierta vez a mi vecino se le quemó algo en la cocina y la discusión se puso tan acalorada que solo les faltó golpearse el uno el otro lo cual no sucedió porque al niño le tocó atravesarse llorando diciéndoles que estaba cansado de verlos pelear todo el tiempo.
En cuanto al comportamiento del niño en los últimos días, notábamos qué pasaba más tiempo en su celular o en un computador mientras el vecino miraba la ventana que estaba hacia la calle por horas, a veces abría la puerta para luego devolverse.
Una vez escuché a mi vecina decirle:
- Ernesto, ya tenemos que empezar a racionar más la comida, el contagio del virus ha incrementado y el presidente acaba de anunciar un decreto prohibiendo también las idas a los supermercados.
El esposo sin dejar de mirar la calle le contestó:
- Él no puede hacernos esto, ya suficiente tenemos con la pérdida de nuestros empleos, nos hicieron inscribir en una lista para recibir unos mercados y estos nunca llegan. Lo siento mucho mi amor, pero tendré que salir a la calle a ver cómo consigo algo, pues sí se nos acaba lo último que tenemos de mercado ¿dime cómo vamos a comer?
- ¡ni te atrevas no vas a poner en riesgo la vida de nuestro hijo y la mía!
Ernesto transformó su serenidad por una ira que no pudo disimular más:
- ¡Entonces dime!, ¿nos vamos a morir de hambre?
Y así fue como comenzó otra nueva pelea la cual se alargó, empezaron a discutir por toda la casa, la vecina desesperada quebró unos platos de la cocina, el vecino golpeaba las puertas y se encerró en el baño, cuando el niño trató de calmar a su mamá esta tenía una ira tan descontrolada qué terminó pegándole con una correa diciéndole:
- ¡jamás vuelvas a meterte en cosas de adultos!
Afortunadamente yo no tenía que salir a buscar mercado pues mi comida seguía asegurada gracias al vecino que no la daba de manera muy amable. Notamos que la vecina no sé daba cuenta de esto.
Así fue como llegamos al día más terrible para todos; el vecino se puso desesperado unas bolsas negras que se usan para la basura en el cuerpo, telas en la boca y nariz y unos guantes que antes utilizaban para el frío, a pesar de qué estaba haciendo bastante calor en ese momento. Decía estar dispuesto a salir a la calle a como fuera lugar y traer comida pues ya esta se había acabado. Llevábamos 2 días sin probar bocado, incluso nosotros. La vecina le insistía que no saliera, que esperarán las ayudas del gobierno, pero esta vez él no escuchó, estaba decidido y salió a la calle azotando la puerta. La vecina se quedó llorando con su hijo atrás de esa puerta en una situación que ninguno de nosotros podíamos imaginar siquiera llegara a ocurrir alguna vez, pero si, estaba ocurriendo.
Pasados 15 minutos sonó la puerta fuertemente, la vecina la abrió a gran velocidad, era el vecino que entrando gritando:
- ¡vuelve y cierra, ya cierra de una vez por todas!
La puerta la cerraron y se pusieron detrás de ella, desde afuera se escuchaban unas voces que decían:
- ¡abran la puerta, aquí debe de haber comida, abran de una vez por todas!
Los tres empujaron sus muebles hacia la puerta, mientras resistían las piedras que caían desde afuera, varios hombres empujaban la puerta tratando de entrar.
Afortunadamente nunca alcanzaron a atravesarla, pero así fue como llegó la noche; los vecinos tenían mucha hambre se miraban los unos a los otros, no pronunciaban palabras, de repente el niño empezó a toser, los padres lo observaron y trataron de calmarlo, pero el niño no paraba de toser, la vecina desesperada gritó:
- ¡te quedaste dormido abrazando el niño! no te quitaste nunca esas bolsas con las que estuviste en la calle, el niño se ha infectado.
El momento se tornó dramático, caminaban de un lado hacia otro cuando el vecino dijo:
- Necesita comer algo, las defensas las debe de tener muy bajas necesita comida mientras conseguimos quién lo ayude.
Nosotros observábamos impávidos la escena; entonces fue cuando sucedió algo que jamás olvidaremos, el vecino y la vecina se acercaron a mirarnos profundamente, nosotros intentamos decirles algo para su consuelo pero sus grandes ojos se acercaban, el vecino tocó nuestra pared hecha de vidrio y empezó a llorar, la vecina destapó nuestro techo y con una bolsa puesta en sus manos empezó a tratar de cogernos, con nuestras lisas escamas intentábamos huir de aquella mano, recuerdo que mi pareja trataba de esconderse debajo del filtro de oxígeno, desesperada me miraba sabía qué tal vez sería nuestro fin. Así fue cómo nos sacaron del agua de nuestro hogar en dónde vivíamos desde hace 4 años cuando el vecino nos compró en aquella tienda de peces dónde quedaron nuestros amigos. Recuerdo que lo último que alcancé a ver en medio de mi agonía fue una lámina a la que ellos llamaban cuchillo, que se fue acercando dándole esperanza a ellos y a nosotros dándonos un nuevo destino desde donde escribo y espero qué mis vecinos no tengan que llegar.