No, no es mi drama, pero lo siento como mió, respira dentro de mí y produce estos suspiros que se vuelven letras.
Es el drama de aquel que vivía en lo más alto de la montaña, en aquella del norte del valle del cauca Colombia, aquella que saludaba a Antioquia desde sus cordilleras.
Este es su relato:
Salió a las 8:00 am con un bulto de papa en las espaldas despidiéndose de sus hijos prometiéndoles mas pan; miro a su hijo querido Gustavito recordando que ayer cumplió 5 años y no le dio nada ya que la cosecha no estaba siendo bien pagada. Hace una semana murió la mula.
La esposa lo observa irse con su corazón inquieto, se preguntaba ¿Por qué esta situación? Pero distrajo su pensamiento y mejor grito fuerte:
- “que Dios y la virgen lo acompañen mijo”.
Ecumérico emprendió camino abajo con el bulto en la espalda recordando su misión.
Debía vender el bulto por algunos pesos, sabía que en el mercado les gustaba su cosecha de papa, así que iba con el ánimo por las nubes.
Sin embargo, el no haber desayunado lo tenía un poco débil ya hace dos horas caminaba y el sol se hacía más intenso.
Escucho un rasgado fuerte abajo en sus pies así que observo y se dio cuenta de que su sandalia se había roto sin posibilidad de arreglo, con rabia las lanzo a un lado y siguió su camino, pero la tierra estaba caliente y era incomoda la situación en sus pies.
Una hora después recordaba con furia el no haber traído algo de agua para el camino.
- “¡cómo se me pudo olvidar el tutumaito de agua, virgen santísima ¡”.
Su vista ya quería ver lo que aun no se reflejaba al frente, el pueblo no se veía con claridad, en el horizonte solo campo y mas campo, fincas a los lados, pero tan lejos del paso que para pedir agua perdería como mínimo 20 minutos y en su caso no se podía arriesgar ya que el mercado lo cerraban a las 1:00 PM. El cansancio lo invadió la debilidad amenazo con su equilibrio y sin poder percibirlo la oscuridad lleno su horizonte, el golpe provoco que en la boca sintiera un sabor a sangre, algunas papas cayeron a un lado.
Cuando volvió a abrir los ojos el sol brillante encandelillo su visión; se tapo con el brazo dándose cuenta de que las papas estaban a un lado, intento levantarse con dificultad observando la piedra que produjo la caída, no sabia cuanto tiempo se había quedado desmayado, la preocupación afloro, la angustia sobresalió, la imagen de la montaña donde el y su familia vivían le dio impulso.
Recordó que ayer le cantaron el cumpleaños a Gustavito con una colada que a él le encantaba se sentía muy feliz, sabia que el niño disfrutaría del carrito que le compraría donde don antuquito.
Luego de recoger todas las papas procedió a seguir su camino, ahora el pie derecho le dolía por la caída y su cabeza todavía sentía más intenso el sol en su sombrero.
Por fin pudo divisar el pueblo, ese mismo en el que en la anterior cosecha le dieron buen dinero con el cual se tomó unas cervezas con ramón y Toño.
Esta vez tendría que esconderse de ellos por que su familia lo esperaba con hambre en el rancho.
Mientras recorría el pueblo con su bulto en la espalda saludaba a sus conocidos, pero su objetivo principal era el mercado, al cual llego tarde ya que estaba cerrado.
Mientras decía eso, sus lágrimas cayeron al suelo, dio unos dos golpes a la pared y se acostó en el andén pensando en lo que haría con el bulto.
Se sentó en el andén mientras veía acercarse la figura de don antuquito el cual llevaba unas cajas a la tienda.
Antuquito miraba con atención las papas recibiéndolas con sus manos y procedió a contestar:
Inmediatamente Ecumérico pensó en el carrito del niño, además don Antuquito vendía grano y productos de aseo personal, así que respondió:
Así se acercaron a la tienda y allí Ecumérico cogio lo mas necesario ya que no podía todo lo que quería porque don antuquito le decía que debía medirse.
Convenció al tendero y se llevo también un carrito para Gustavito, el mismo que el niño le había pedido la vez que lo trajo al pueblo a conocer, pero que por razones de dinero no pudo comprar.
Con menos de la mitad de volumen que el bulto, pero casi con el mismo peso cargaba su mercado Ecumérico, junto con el carrito de Gustavito en la mano derecha emprendió su camino por la montaña. Después del ardiente sol de la mañana ahora amenazaba con llover, por eso Ecumérico decidió cortar camino por la loma más empinada.
Una hora después ya sentía que su cuerpo no daba mas; cogio del mercado una de las latas de atún y se la comió como perro hambriento de un momento a otro el carrito de Gustavito empezó a rodar hacia abajo, Ecumérico al darse cuenta boto lo ultimo que quedaba de atún a un lado y echo a correr detrás del carrito afortunadamente alcanzándolo cuando casi cae en una pendiente que daba a la zona rocosa como la llamaban los campesinos del lugar.
Halla estaba su ranchito podía verlo mientras se quitaba algunos matorrales del lado.
Un sonido lo estremeció tanto que dejo caer su mercado al suelo y sacudió al carrito; otro sonido, Ecumérico sentía que eran bombas, pero los sonidos se hicieron mas continuos con respuestas de lado y lado de las lomas cerca al rancho, eran ametralladoras, las cuales el podía ver junto con varios guerrilleros que corrían por todo lado.
Gritaba un guerrillero que se encontraba cerca de el, Ecumérico lo miro bien y se dio cuenta que era Arístides uno de sus antiguos vecinos de la finquita de al lado que había desaparecido hace tres meses después de invitar a las personas de las fincas a tomar las armas para defender las tierras que querían tomar las autodefensas a la fuerza, ya que esos terrenos eran actos para el cultivo de palma de aceite.
Ecumérico contemplaba el momento impresionado, Arístides con su ametralladora disparaba hacia donde provenía el fuego enemigo, sudaba y en sus ojos se veía odio.
Arístides con valentía seguia el duelo escudando a su amigo, contesto con la respiración agitada
Una lágrima surgió en el rostro de Ecumérico; Arístides con su cabeza respondió positivamente, y empezó a disparar violentamente, caían granadas que estallaban junto con gritos de guerrilleros que caían en la matanza. Ecumérico se escondía detrás de Arístides, de repente al cambiar el cartucho Ecumérico sintió su cara llena de sangre viendo caer el cuerpo de Arístides agonizante, se despidió dándole el arma a Ecumérico.
Del rancho salio fuego y unos paramilitares disparaban huyendo; el grito desgarrador de Ecumérico se escucho por toda la montaña, corrió hacia su casa sin importarle morir. Entro y vio el cadáver de gustavito quemarse con un brazo hacia arriba y un gesto de sorpresa que desaparecía con las llamas.
Ecumérico corrió al baño trajo un balde con agua y se la lanzo a gustavito apagando el fuego de su cuerpecito, contemplando a su hijo empezó con gran llanto a cantarle el cumpleaños, le entrego el carrito, beso su frente sintiendo como sus labios se quemaban.
Miro alrededor y estaba su hija junto con su esposa abrazada dejando caer sangre de sus cabezas.
Fue el tercer grito desgarrador; Recordó la muerte de Arístides y la de su hijo, así salio a correr fuera del rancho sintió que los disparos se alejaban y cogio el arma que le había entregado Arístides disparando intensamente, luego todo fue oscuridad.
Un año después lo encontré cerca al puente de la calle 26 de Cali, pidiendo algunas monedas, con algunos cartones en un costal. Estaba yo comiendo en una panadería y el se sentó en el suelo comiéndose un pan y contando la historia que yo les acabo de relatar.