LA BOTELLA Y LA CAMISA AZUL

 En el bar solo para mí existía la botella de cerveza, cada trago refrescaban mis angustias, cada trago me permitía observar la botella con más intensidad y menos capacidades de escucha, vista y habla. Esa botella dentro de la cual el licor se agotaba cada 5 o 3 minutos era lo único que me importaba en ese momento.
Al frente mío estaba mi mejor amigo, el amigo de las farras y lagrimas, aquel que siempre me acompaño en los días de dolor y de risas.
Él me hablaba desde hace más o menos media hora, desde que llego me contaba lo que había acabado de hacer con una mujer. Reía, se quejaba, y hasta lloraba refiriéndose a que no podía soportar el hecho de que ella estaba casada, pero yo seguía sumergido en mi mundo, la botella y yo.

Eran ya 20 cervezas sobre la mesa, alcance a contarlas mientras mi amigo iba hasta el baño. Con mi mano derecha, saque mi billetera, conté unos cuantos pesos y pague la cuenta. Salí del bar.

Mi amigo empezó a seguirme gritando:

- ¿Qué haces, a donde vas?

Esas preguntas me fastidiaron tanto que me tape los oídos, era la misma pregunta de mi mujer si así se le podía llamar, antes de salir de la casa.

- ¡oye te estoy hablando!

Recordé que en mi mano derecha llevaba aún la última cerveza, lo mire de frente y sin dudarlo me deje llevar de mis emociones, estalle la cerveza contra el suelo y con la punta de lo que quedaba del envase, empecé a asesinar a mi amigo. En esos momentos éramos cómplices la botella y yo. Mientras lo hacía me sentía tranquilo, cada que vez me desahogaba con más intensidad, le dije:

- Eras mi mejor amigo ¿Cómo pudiste hacerlo?

- ¿qué? - Preguntaba mientras agonizaba.

- Hoy al salir de mi casa, me devolví y te vi. ¡te vi besando a mi esposa Lo sé por el color de tu camisa desgraciado!, era esta camisa azul. Su última mirada fue un suspiro, su última mirada me la regalo con la duda en su rostro.
Al caer en cuenta de lo que hice, empecé a correr, afortunadamente la calle era oscura y sabia que nadie me había visto; iba decidido a hacer lo mismo con mi esposa.

El rencor era en esos momentos mi dueño, mis pasos se aceleraban y la borrachera era solo un recuerdo.
Al llegar, abrí la puerta rápidamente; las luces estaban apagadas, corrí hacia nuestra habitación prendiendo las luces que encontraba en el camino, la cama estaba vacía, sobre ella estaba una nota que decía:

- Perdóname, lo hago por que necesito libertad; sé que es una locura pero igual siento que mi vida contigo ha sido un desperdicio. En un mes llamare y quiero que me permitas ver a nuestra hija.
Mientras leía cada palabra, sentía que enloquecía, el corazón se aceleraba, él vació era intenso, no comprendía aquella situación.

De repente escuche a alguien llorando en el patio, me acerque y era mi hija de tan solo 8 años, sentada en el único árbol que nos acompañaba en el patio, me acerque hacia ella en medio de tropezones por mi estado de embriaguez casi sin poderlo hacer.

- Estephani ¿Qué paso?
Ella me miro, temblando y me abrazo fuertemente.

- Mi mama se fue con otro hombre papá.
- ¿a qué horas?
- hace como 5 minutos.
La respuesta fue algo que me paralizo instantáneamente, ya que desde donde ultime a mi amigo había recorrido una distancia de aproximadamente 40 minutos. Tal vez ello me despertó más y a la vez me hundió en la confusión.

- ¿viste al hombre? Dije.
- Si, papa, trate de detenerla pero no pude.
- ¿De qué color traía la camisa el hombre? Pregunte.

Azul, era una camisa azul.

Abrace a mi hija fuertemente, pensé en mi amigo y en aquella decisión sin reflexión, pensé en mi esposa y el hombre de la camisa azul.

ESCRITO POR: Roberto Andrés Lozano.

 

 

"UNA LUCHA CONSTANTE POR PROMOVER LAS ARTES ESCÉNICAS EN NUESTRA SOCIEDAD"