EL PELIGRO DE NO JUGAR

Ese día los niños jugaban tranquilamente en el parque. Patricia la madre de Leonardo; miraba a su alrededor esperando a alguien.

Leonardo por su lado saltaba y daba vueltas en el césped, llamando la atención de Patricia.

Pero Patricia cada vez ignoraba más a Leonardo en busca de la persona que ella. Esperaba. El niño al sentirse de esta manera, empezó a llamar la atención con travesuras y gestos a Lorena la niña que jugaba en el columpio.

Leonardo tan solo tenía 4 años, mientras Lorena tenía 6, los dos niños se miraban y reían buscando pretextos para conocerse.

Patricia se desesperaba cada vez más esperando a Richard, hace 30 minutos tenía que haber llegado, en eso habían quedado los dos por teléfono, desde hace dos días Patricia lo venia sintiendo extraño se sentía evadida por él.

Richard no aparecía por ningún lado, miraba el reloj, las 5 esquinas que tenía el parque pero nada, nada pasaba; aunque solo llevaban tres meses de noviazgo ella ya se sentía profundamente enamorada.

Repentinamente busco con su mirada a Leonardo el cual de repente no se encontraba en el césped; su corazón empezó a palpitar velozmente.

Su mirada era brusca ansiosa, cada vez más abierta.

Empezó a buscar por los rincones del gran parque y no, no estaba, Leonardo ya no se encontraba en el parque.

Lorena la niña del columpió era llevada fuertemente de la mano de su abuela, empezó a notar que Leonardo la seguía buscando jugar con ella; pero eran separados por 8 metros y la mano de la abuela de Lorena.

¡Leonardo, Leonardo!

Empezó a gritar Patricia en el parque, ya su cara era bañada por lágrimas, a varias personas les había preguntado pero contestaban:

“No señorita, no he visto a ningún niño así”
¡debería ser usted más responsable!
“¿era un niño o una niña?

Patricia no sabía por cual esquina ni calle buscar a su amado hijo; el único que tenía, el recuerdo de su difunto esposo aquel que la valoro como princesa hasta el último día enfermo gravemente de Cáncer.

¡LEONARDO, LEONARDO!

Era el clamor que se escuchaba en el parque.

¿disculpe señora, busca a un niño?

Pregunto un indigente que estaba acostado en una de las bancas del parque.

Patricia lo miro de arriba abajo, enseguida lo ignoro, por lo contrario se alejó un poco asustada.

Señora le hice una pregunta

Respondió el indigente levantándose un poco enojado.

¡eso no le interesa!

Grito Patricia fuertemente.

El indigente indignado por la forma en que había sido tratado respondió:

¡sepa que si, por que por mamas irresponsables como usted, es que yo hoy en día duermo en cualquier parque, como de los sobrados que me regala la gente, no tengo casa ni familia, además hay personas a las que le fastidio.

¡no sé de que está hablando viejo cochino respete!

El indigente viendo la respuesta comenzó a llorar diciendo:

Yo un día al igual que el niño que usted busca me perdí; perseguía a una niña tratando de jugar con ella, ya que mi madre no lo hacía por estar esperando al novio. Me fui tras de esa niña la cual iba con su abuela, de repente al voltear en una esquina desaparecieron; entonces quise regresar al parque a donde mi madre, pero no la encontré en el parque, me sentí asustado corrí y nadie me escuchaba, parecía que a la gente no le importará mi situación, llore muy duro para que mi madre donde estuviese me escuchara.

Nunca llego.

El resto no se lo cuento, míreme y sabrá en que termine.

Patricia anonadada lo miraba fijamente, las palabras de aquel indigente la habían conmovido, pensó en su hijo tal vez habría sentido lo mismo que él, pregunto:

¿cómo te llamas?
Yo ahora soy Gaspar para mis parceros, pero mi madrecita me llamaba Leonardo”

El cuerpo de Patricia empezó a temblar, su cara era pálida, no podía creer que fuera una coincidencia, veía como la figura del indigente se acercaba lentamente, el cual lloraba al reconocerla.

Patricia vio un carro al lado de ella y por sus vidrios pudo ver su figura dándose cuenta de que tenía el cabello blanco, su cara llena de arrugas, despeinada y con una ropa sucia y rota.

Se dio cuenta de lo que había sucedido; sintió el abrazo fuerte de su hijo.

Los dos lloraron felices por varias horas.

Fin.

Roberto Andrés Lozano

Escrito en el año 2004

 

 

"UNA LUCHA CONSTANTE POR PROMOVER LAS ARTES ESCÉNICAS EN NUESTRA SOCIEDAD"